ETIQUETADO COMO GARANTÍA DE SEGURIDAD

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Saber leer e interpretar la información de las etiquetas es clave para garantizar un consumo seguro de los alimentos y evitar riesgos

Las etiquetas, ahora reguladas por la ley, adquieren cada vez más importancia en un producto alimentario acabado y listo para comercializar.

Hoy en día, los datos que se recogen en ellas son muchos y no siempre se saben leer ni, lo más importante, entender. Uno de los principales objetivos en este campo es saber seleccionar la información útil para realizar una compra segura.

Las etiquetas deben seguir dos premisas esenciales: no inducir a error al comprador y no atribuirse propiedades curativas de enfermedades. Es necesario que recojan información como la denominación de venta (dónde se vende), el tratamiento recibido (congelado, ahumado o concentrado), la lista de los ingredientes ordenados según su importancia en peso y, además, se debe especificar si en la composición hay alguno de los 14 alérgenos más frecuentes. También deben figurar los aditivos, la fecha de consumo preferente o de caducidad, las condiciones especiales de conservación, las utilidades del alimento, las instrucciones de uso, si requiere, y aspectos más burocráticos como la razón social o nombre de la marca, dirección del fabricante, envasado o lugar de procedencia. Ahora también se añade una obligatoriedad a los alimentos modificados genéticamente, que deben llevar una referencia clara de su condición.

Ante toda esta información, hay que saber cómo se ordena para entenderla. De este modo, se empieza con la composición del alimento, que a menudo se resalta más. En la lista de los ingredientes figuran todos ordenados de mayor a menor peso y, si hay alimentos compuestos, se plasma su nombre seguido de su lista de ingredientes, que permite conocer la composición exacta de los alimentos y, por tanto, comparar diferentes marcas o tipos. La cantidad neta o contenido neto es la cantidad de alimento que contiene el producto sin el envase. Pueden ser litros, mililitros, gramos o kilogramos. Se añade también el peso escurrido del alimento sólido una vez eliminado el líquido que lo cubría (esta información es común, sobre todo, en latas de conservas).

Información sobre el uso y la conservación

La fecha de caducidad es una de las informaciones a las que debe prestarse especial atención, sobre todo en los alimentos más perecederos como los vegetales, carne, pescado fresco o la leche. Nunca se debe sobrepasar esta fecha ya que, a partir de la misma, el alimento puede alterarse o contaminarse. Por el contrario, la fecha de consumo preferente indica la preferible del consumo del alimento, en la cual el fabricante garantiza que conserva todas sus características sensoriales, como el sabor, el aroma o el color.

Las instrucciones de uso también son frecuentes en las etiquetas. Permiten llevar a cabo un uso apropiado del alimento en cuestión, es decir, utilizarlo para su fin. En cuanto a las condiciones de conservación, se deben seguir con detalle para garantizar que el producto llega en buenas condiciones hasta su fecha de caducidad o de consumo preferente o hasta el mismo consumo.

 

El origen de los alimentos

Saber de dónde procede el producto que se va a consumir también debe conocerse mediante las etiquetas. La denominación o el origen aportan información sobre la naturaleza del alimento y debe incluir una mención acerca del tratamiento al que ha estado sometido, como el ahumado, esterilizado, congelado o uperizado. La procedencia informa del país o lugar de origen y debe formar parte de la etiqueta siempre que su ausencia pueda inducir a error al consumidor sobre su origen real.

El distintivo “distribuido o fabricado por” indica el nombre de la empresa y su dirección, no solo del fabricante sino también del envasador o vendedor. El número de lote, de varios dígitos, es también necesario y permite seguir la trazabilidad del alimento desde su origen hasta el puesto de venta.

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